El parto ceremonial
Serie "Los niños primero" - entrega III
Foto cedida por Paula Jamar López
«El bebé no marginal, nacido en el hospital, cae directamente desde su madre y de cabeza a las manos hábiles y patriarcales del Padre comadrón (la eventual comadrona está a sus órdenes), rodeado por todo un aparato de salvamento. Reina el pánico. Se diría que los niños de la sociedad de las Luces sólo nacen para morir, a menos que la Ciencia no los salve a tiempo de una muerte cierta. Nacer no es algo normal, es una enfermedad. El espectro de la mortalidad infantil continúa atemorizando las maternidades y se enarbola a la menor duda expresada sobre la necesidad del detalle de una sucesión de gestos que presentan todos los signos de un ritual. Cualquier propuesta de cambio que no afecte a la misma seguridad, como un corte diferido del cordón, un poco menos de ruido, provoca el anatema: ¡Queréis matar a nuestros hijos!
¿De verdad son suyos? La madre no debe intervenir, sino dejarse guiar, no es ella la que sabe, son ellos. Un etnólogo que no conociera nuestras costumbres podría interpretar el parto como un ceremonial de desposesión de la mujer –de su poder envidiado y temido de dar a luz– por los hechiceros blancos del clan masculino. ¡Lejos de nuestras manos, no hay salvación posible! Los progenitores, hundidos en el temor propiciatorio, consultan al doctor cualquier cosa: tienen fe. Él es Sagrado. La ciencia es esotérica. Hemos topado con una religión, y el anciano Dios Padre es siempre el mismo.»
Christiane Rochefort: Los niños primero, 1977