Una verdad incómoda: sobre lactancia materna
En todos los artículos se ponen de manifiesto los beneficios que aporta la lactancia materna. Los niños de pecho tienen menos alergias, menos gastroenteritis, menos otitis, menos ingresos hospitalarios, más coeficiente intelectual que los niños de biberón. De adulto, hay menos riesgo de padecer enfermedad de Crohn, colitis ulcerosa, diabetes... Las madres que amamantan tienen menos riesgo de padecer cáncer de mama, de útero y de cérvix, en fin, que los beneficios de la lactancia materna son muchos e indiscutibles.
Todos los estudios concluyen que la lactancia materna es mejor que la artificial. Pero veámoslo del otro lado: la lactancia materna no tiene beneficios, la lactancia materna es lo normal, lo natural. Es el alimento que prepara el cuerpo de la madre para su bebé cuando nace y a lo largo de sus primeros años de vida y es el alimento que el bebé espera recibir de su madre. Eso es lo normal.
La naturaleza es sabia y a lo largo de millones de año se ha ido perfeccionando. La lactancia materna es un proceso que se ha mantenido desde que nació el primer mamífero en la tierra. Sin lactancia materna, no estaríamos aquí. Es lo que ha hecho sobrevivir a todos los mamíferos y la leche de cada especie se ha especializado para hacer crecer lo mejor posible a la cría de esa especie, además de adaptarla al ambiente en el que vive esa cría particular. La humana no es una excepción. A nadie se le ocurriría darle leche de coneja a una cría de elefante, porque sus características son tan distintas que para todos es obvio que esa leche no le serviría al elefante. Pues con los humanos pasa igual.
Entonces, lo normal es la lactancia materna de la madre. Los estudios científicos no deberían plantearse como investigaciones sobre los beneficios de la lactancia materna, sino sobre los riesgos para la salud de tomar una leche que no es la de tu propia especie. De este modo, las conclusiones de tomar leche de fórmula son que el bebé tiene más probabilidades de enfermar, tanto de niño como de adulto, y su madre también. ¿A que no suena igual? Estoy segura de que ya no se daría tan alegremente leche de formula a un bebé, sabiendo que se le está dando algo que no es bueno para su salud. ¿A que no se te ocurriría darle hamburguesas y patatas fritas durante dos años seguidos mañana, tarde y noche a tu hijo?
Ahora bien, no digo que la leche de fórmula no sea útil en algún caso excepcional. Al igual que un astronauta come comida preparada durante su tiempo en el espacio, un bebé particular puede necesitar leche de fórmula por alguna razón. Pero estos casos son muy raros y la leche de fórmula debería reservarse exclusivamente para estas excepciones. Ni los astronautas se pasan la vida entera comiendo comida enlatada, ni el resto de la gente tampoco.
Pero volvamos a la ciencia. A ningún científico se le ocurre coger dos grupos, dar a uno una alimentación sana y al otro grupo comida basura durante años y estudiar las diferencias a nivel de salud. ¿Por qué? Porque el resultado es obvio, no hace falta ser científico para saber las conclusiones de este supuesto estudio. No nos hace falta saber qué porcentaje tendrá tensión alta, diabetes y demás enfermedades, todo el mundo sabe que se enfermará más el segundo grupo. Sería una pérdida de tiempo, de energía y de dinero hacer un estudio así.
¿Entonces, por qué tantos científicos están gastando dinero y tiempo en investigar las diferencias entre la lactancia materna y la leche de fórmula? ¿Por qué no invertimos ese dinero y ese tiempo en formar a gente en lactancia materna y en reciclar a médicos y enfermeras para que todas las madres puedan amamantar? Se puede estudiar cómo actúa la lactancia materna en la madre y su bebé, pero mientras, ¿por qué no invertimos en promover la salud asegurándonos de que todas las madres puedan dar pecho a sus hijos?
Imagen: A. Aránguez
Pues olé por ti si teniendo la información en la mano, has elegido darle a tus hijos lo menos bueno (no voy a decir malo) y te sientes orgullosa de ello.