o El miedo al dolor de cara al parto
Muchas mujeres nos enfrentamos al parto con miedo. Lo más habitual es el miedo al dolor y al sufrimiento. Un miedo provocado en ocasiones por las historias de terror que nos cuentan nuestras propias madres acerca de nuestro nacimiento o el de nuestros hermanos, o por lo que nos cuentan madres más recientes, familiares y amigas que han vivido partos duros y traumáticos. Gran parte de estos miedos son fruto, pues, de la horrible imagen que nos muestran la mayoría de las mujeres de nuestros círculos. Sin embargo estas desagradables experiencias no se deben a que el parto sea intrínsecamente algo muy difícil y peligroso, si no que en gran medida son el resultado de una mala praxis, es decir una atención inadecuada por parte de los profesionales.
En nuestra sociedad se piensa que es normal que el parto sea algo horrible, y que las mujeres debemos saber y asumir esto como algo irremediable. El sentirse indefensa, que nada podemos hacer para evitar este sufrimiento incrementa el miedo que sentimos hacia el parto. De esta manera, la mujer, aparte de aterrada, se presenta en el hospital con una actitud sumisa. Dado que piensa que tanto ella como su bebé están en peligro, acatará las decisiones de su médico, que es “el que sabe” y quién va a salvarles la vida. Así las mujeres delegamos en el médico todo el poder y la responsabilidad, y vivimos atemorizadas uno de los momentos más mágicos de nuestra vida, desconectadas del proceso y deseando que todo termine lo antes posible.
Parte de la labor de nuestra asociación es precisamente intentar cambiar estas experiencias y con ello la imagen social que se tiene del parto. Parir puede ser una experiencia bonita y placentera siempre y cuando las condiciones sean las adecuadas y saber esto ayudará a que podamos parir sin miedo.
¿Qué es el miedo?
Según el diccionario de la Real Academia Española (DRAE) el miedo es la <<perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario>>. El vocablo procede del latín metus, que tiene significado análogo.
El miedo es una emoción caracterizada por un intenso sentimiento habitualmente desagradable, provocado por la percepción de un peligro, real o supuesto, presente o futuro. Es una emoción primaria que se deriva de la aversión natural al riesgo o la amenaza, y se manifiesta tanto en los animales como en el ser humano. Desde el punto de vista biológico, el miedo es un esquema adaptativo, y constituye un mecanismo de supervivencia surgido para permitir al individuo responder ante situaciones adversas con rapidez y eficacia. En ese sentido, es normal y beneficioso para el individuo y para su especie.
Desde el punto de vista psicológico, social y cultural, el miedo puede formar parte del carácter de la persona o de la organización social. Se puede por tanto aprender a temer objetos o contextos, y también se puede aprender a no temerlos, se relaciona de manera compleja con otros sentimientos (miedo al miedo, miedo al amor, miedo a la muerte) y guarda estrecha relación con los distintos elementos de la cultura.
El mecanismo que desata el miedo se encuentra, tanto en personas como en animales, en el cerebro, concretamente en el sistema límbico, que es el encargado de regular las emociones, la lucha, la huida y la evitación del dolor, y en general de todas las funciones de conservación del individuo y de la especie. Este sistema revisa de manera constante (incluso durante el sueño) toda la información que se recibe a través de los sentidos, y lo hace mediante la estructura llamada amígdala, que controla las emociones básicas, como el miedo o el afecto, y se encarga de localizar la fuente del peligro. Cuando la amígdala se activa se desencadena la sensación de miedo y ansiedad, y su respuesta puede ser la huida, la pelea o la rendición. Es interesante señalar que el miedo al daño físico provoca la misma reacción que el temor a un dolor psíquico.
La extirpación de la amígdala parece eliminar el miedo en animales, pero tal cosa no sucede en humanos (que a lo sumo, cambian su personalidad y se hacen más calmados), en los que el mecanismo del miedo y la agresividad es más complejo e interactúa con la corteza cerebral y otras partes del sistema límbico.
El miedo produce cambios fisiológicos inmediatos: se incrementa el metabolismo celular, aumenta la presión arterial, la producción de adrenalina, la glucosa en sangre y la actividad cerebral, así como la coagulación sanguínea. El sistema inmunológico se detiene (al igual que toda función no esencial), la sangre fluye a los músculos mayores (especialmente a las extremidades inferiores, en preparación para la huida) y el corazón bombea sangre a gran velocidad para llevar hormonas a las células (especialmente adrenalina). También se producen importantes modificaciones faciales: agrandamiento de los ojos para mejorar la visión, dilatación de las pupilas para facilitar la admisión de luz, la frente se arruga y los labios se estiran horizontalmente.
¿Por qué tenemos miedo al parto?
Uno de los mayores temores es no saber a qué nos enfrentamos, el desconocimiento de una experiencia que nunca hemos vivido. Por eso, los partos posteriores suelen enfrentarse con menos temor, salvo que la primera experiencia haya sido traumática.
Por otra parte, hay miedos ancestrales que llevamos dentro de nuestro ser. El miedo a la muerte, el miedo al dolor, el miedo a perder el control de las situaciones, el miedo a lo desconocido...
El miedo al parto y al dolor del parto lo llevamos inculcado desde dentro en nuestra cultura. Ese ancestral mandato bíblico de <<parirás con dolor>>, puede clavarse en la mujer como una sentencia fatal y generar un auténtico terror a lo que se pueda sufrir en el momento del parto. Es importante conocer todos estos miedos y trabajarlos antes del parto para poder controlarlos. El diálogo con otras mujeres, una doula, la propia matrona que nos atenderá en nuestro parto e incluso la pareja, puede ayudarnos a ahuyentar estos miedos El miedo es en cierto modo algo aprendido, que por tanto, se puede <<des-aprender>>: La información es una de las mejores armas contra el miedo.
¿Cómo afecta el miedo al parto?
Para tener una conciencia de lo que realmente afecta a la mujer en el parto, el miedo y el estrés derivado de éste, solo hay que constatar los resultados de diversos estudios:
El miedo al parto puede provocar problemas significativos durante el parto y el postparto. El miedo durante el parto está asociado con un mayor dolor durante el proceso, una prolongación del primer y segundo período del parto y un mayor sentimiento de insatisfacción. Además, el miedo tiene una relación más fuerte que el estrés con el dolor y la duración del parto. La anestesia epidural disminuye inicialmente el dolor, pero las mujeres que la usan tienen más miedo.
El miedo en el parto se ha demostrado que está también implicado en el 7-22% de las cesáreas electivas por parte de la madre, sin justificación médica, lo que aumenta la tasa de cesáreas . El grupo de Ryding y colaboradores encontró a su vez que el miedo severo puede causar que el parto desemboque en una cesárea de emergencia.
Numerosos estudios de diferentes países documentan los miedos que experimentan las mujeres durante el parto. Tres estudios suecos, todos cualitativos y con grupos de estudio de entre 23 y 53 mujeres exploraron sus miedos durante pequeñas entrevistas semi-estructuradas. Determinaron que sus miedos se focalizaban sobre todo en el dolor del parto y el miedo a padecer secuelas físicas de algún tipo o incluso la muerte, tanto en ellas como en los bebés. La experiencia del miedo en el parto entre las mujeres finlandesas ha sido estudiada por las matronas finlandesas Melender y Lauri quienes llevaron a cabo dos estudios cualitativos mediante entrevistas para explorar el miedo relacionado con el parto en un grupo de 20 mujeres que habían dado a luz recientemente, así como por el grupo de Saisto y colaboradores , quienes encontraron resultados semejantes. Las mayores preocupaciones de estas mujeres se relacionaban con el dolor del parto, el riesgo de secuelas para ellas o el recién nacido, la actitud y atención por parte del personal sanitario y el miedo a complicaciones como hemorragias severas. En Alemania, Neuhaus y colaboradores realizaron entrevistas a 122 mujeres que acababan de dar a luz para analizar su experiencia de parto y los miedos padecidos durante el mismo. Los miedos más comúnmente relatados fueron una vez más el miedo al dolor, sobre todo en partos inducidos, secuelas en la madre o el bebé y errores obstétricos.
Los investigadores exploraron además el origen de dichos miedos. Entre las causas están la tendencia a pensamientos negativos, el haber escuchado historias de experiencias negativas de parto en otras mujeres, el diagnóstico prenatal de posibles riesgos, falta de conocimiento e información acerca del proceso de partoo experiencias previas negativas en multíparas.
Un estudio entre la población de Turquía reporta algunas de las frases de las mujeres que dicen tener miedo al parto:
“Tengo miedo al dolor del parto”
“Esto es lo que más miedo me provoca: que haré si no soy capaz de soportar el dolor”
“El dolor del parto... Es la cosa más horrible”
“Tengo miedo de perder el control”
“Tengo miedo de no ser capaz de hacerlo, de no saber dar a luz a mi bebé”
“Tengo miedo de morir”
“Tengo miedo de que surjan problemas, de que algo se rompa...”
“Te tocan en tus partes más íntimas... Eso me da miedo”
“Te cortan, te ponen un montón de aparatos... todo eso me aterra”
“Creo que eso (refiriéndose a la vagina tras una episiotomía) nunca vuelve a ser igual, tengo miedo de que me afecte en mis relaciones”
Wuitchik y colaboradores comentan que el miedo al dolor o a la indefensión y la preocupación antes del parto están fuertemente asociados al sufrimiento y al dolor durante el parto. Lederman y colaboradores recogen que los miedos a la indefensión, al dolor, a la pérdida de control o de autoestima afectan a la evolución del parto.
El excesivo control prenatal al que se somete en la actualidad a las mujeres embarazadas también juega un importante papel, ya que puede sumir a las mujeres en una continua situación de riesgo que aumenta el miedo al parto. El estudio encuentra que los discursos sobre riesgos prenatales ejercen un control social sobre las mujeres embarazadas, haciéndoles tener miedo, sentirse culpables, juzgadas o incluso castigadas.
No sólo el miedo, sino la ansiedad y el estrés durante el parto aumentan el nivel de adrenalina y disminuyen las contracciones uterinas, además prolonga la duración del parto y empeora el estado fetal. Es más, el simple hecho de entrar en el hospital puede afectar notablemente a las contracciones uterinas, como consecuencia del cambio de escenario.
¿Cómo vencer el miedo al parto?
La primera arma que puede tener una mujer para vencer el miedo es conocer a fondo el proceso de parto en toda su dimensión. No sólo desde el punto de vista fisiológico, sino también desde el punto de vista de “saber” realmente qué es lo que puede sucederle. Conocer físicamente el lugar donde se va a dar a luz, conocer la manera de proceder del personal que nos va a atender, sus protocolos, etc. va a contribuir muy favorablemente a disminuir el miedo al proceso de parto. Asimismo, la redacción de un plan de parto en el cual la mujer sepa de antemano que se van a respetar sus deseos respecto a cómo se quiere que acontezca este suceso, puede ser un elemento crucial para disminuir el umbral del miedo al parto.
Las variables más importantes para conseguir que el parto sea una experiencia positiva son que la mujer sienta que tiene el control y el apoyo de una comadrona. Por este motivo, en Suecia se puso en marcha un equipo de ayuda y apoyo psicológico a mujeres con especial miedo al parto denominado “Aurorateams”. Este equipo, integrado fundamentalmente por matronas, aborda el parto desde un enfoque más natural y cuenta con una serie de sesiones previas al parto que ayudan a la madre a disminuir su ansiedad y a entrar a la fase de parto más tranquila. Además, se redacta un plan de parto junto con la mujer, donde se pone especial énfasis en atender los aspectos que más estrés causan a la mujer. Los resultados de esta iniciativa son sorprendentes ya que suponen una reducción de un 50-62% en el número de cesáreas electivas y partos vaginales más cortos y satisfactorios que entre mujeres no tratadas.
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