Cita con el jefe (de servicio)
Por S. G.
Bien, enseguida recibí una citación para entrevistarme con el Jefe de Servicio de Ginecología y Obstetricia para hablar sobre mi consentimiento informado. No tenía muchas ganas de discutir sobre este tema ni tener que negociar, puesto que era una cuestión de derechos. Todo lo que preparé fue más a nivel legal que sobre la defensa de mis peticiones.
Acudí a la cita y él me esperaba con una sorpresa. Si creía que íbamos a hablar sobre el consentimiento lo llevaba claro, él ahí no tenía mucho que rascar, así que sacó la otra hoja, la de petición de información.
Empezó su discurso didáctico, como le gusta llamarlo a él. Ridiculizó cada una de las preguntas que había puesto. En aquel momento me sentí hasta un poco estúpida de haber incluido algunas. Cuando se cebaba en alguna, por ejemplo ¿Existen métodos no electrónicos de auscultación fetal? Se reía una y otra vez y decía que habían comprados unos aparatos carísimos (las máquinas que hacen piii) y que si pretendíamos volver a las trompetillas de su abuela; y venga y una y otra vez. Le llegué a decir que era una simple pregunta que sólo tenía que responder si o no.
Cada vez que intentaba defenderme él elevaba la voz y me decía “Si no me escucha dejamos aquí la conversación”.
A la pregunta de ¿Se permite adoptar cualquier postura durante la dilatación el expulsivo? Me contó la historia de las mujeres de África que parían agarradas a los árboles y que cuando las pusieron un dispensario acudieron corriendo a parar tumbadas a él. El Jefe no se explica porque las “naturales” queremos volver a parir agarradas de los árboles, que no es el caso, porque lo que queremos es adoptar la posición que nos resulte más cómoda. También me comentó que cuando se pare de pie “siempre” se producen desgarros gravísimos que hacen que te desangres y que él no ve porque tú estás de pie, no los puede coser y te mueres. Yo por mis adentros me preguntaba si no era posible que la mujer volviera a tumbarse una vez finalizado el expulsivo, pero ya me daba miedo abrir la boca.
Dijo ceñirse a los protocolos de la SEGO, cuando le dije que en dichos protocolos no se recomienda en absoluto el parir tumbada y que los llevaba en mi carpeta y se los enseñaba allí mismo, me espetó “¡¡No saque usted nada!!”.
Otra pregunta: ¿Existen métodos alternativos de analgesia a la anestesia epidural? Su respuesta fue “Rotundamente no, pregúntales a los anestesistas si hay algo más eficaz. Una bañera de agua no calma el dolor y mientras yo sea el Jefe de Servicio no habrá ninguna en este hospital. No me voy a poner un traje de buzo para atender un parto, además si la parturienta tiene una hemorragia, yo dentro del agua no la veo y no puedo coserla”. Volvemos de nuevo a la dificultad de sacar a una mujer del agua. Yo me reía por dentro, me le imaginaba vestido de buzo intentando cazar a una mujer resbaladiza cual trucha.
Me negó hasta los beneficios del corte tardío del cordón umbilical. Afirmó que los estudios que demuestran que el corte tardío del cordón aseguran más tiempo las reservas de hierro en el bebé, son mentira o inexistentes. Que el bebé obtiene el hierro de la madre durante el embarazo y que por esta razón la embarazada suele tener anemia, porque el bebé le chupa el hierro, y hay que dar suplementos. A mi esta explicación me pareció cuando menos rocambolesca.
Como muchos otros ginesaurios empezó a contar historias de cuando su abuela paría en casa, que se morían muchos niños. Su falta de respeto llegó hasta tal punto de decir que en todos los pueblos hay un par de “tontitos” fruto de accidentes de partos no intervenidos como los que queremos nosotras.
Me reconoció que la tasa de cesáreas del hospital era un poco alta, del 30%, y que estaban pensando como bajarla, pero que la solución estaba lejos de nuestro pensamiento de partos de baja intervención, y más en el lado de controlar e intervenir aún más en el proceso sin que aumentara la tasa de morbimortalidad maternofetal. Que pena, me temo que ahora aumentará todavía más el uso de fórceps, ventosas, maniobras de Kristeller y episiotomías salvajes. Le insté a que consultara a otros hospitales de España para que les preguntara como lo hacían ellos.
Finalmente me dijo que iba a dejar de atendernos, porque todos los meses recibía a un par de las nuestras y se sentía derrotado al ver que no conseguí convencernos de nada ¿Pero como se puede convencer a nadie de semejantes barbaridades? Al menos en este punto me quedé contenta, ¡¡se siente derrotado!!.
Salí de allí con la tristeza de ver que en este país cada jefe de servicio hace de los paritorios su pequeño feudo, donde se hace y se deshace a su antojo. ¿No hay una autoridad superior que vigile por el buen hacer de los ginecólogos? ¿No hay nadie que haga respetar las mínimas recomendaciones lanzadas desde el propio ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad? ¿De que sirve lanzar una Estrategia de Atención al Parto Normal si luego cada hospital puede hacer lo que le venga en gana?
¿Por qué fui a sabiendas de conocer con anterioridad sus respuestas? Pues porque algo dentro de mí me decía que tenía que hacerlo, por mí y por mis compañeras. Por ir abriendo camino; por reclamar nuestros derechos; porque nadie diga que ninguna mujer en esta ciudad quiere tomar las riendas de su parto; porque el parto es nuestro.