Existen dos técnicas de legrado: raspado o aspirado. La segunda técnica es algo menos invasiva que la primera.
En ambos casos, se van introduciendo en el cuello del útero unas varillas que van dilatándolo progresivamente. Hay casos en los que se administra previamente algún oxitocínico para que sea el cuerpo de la mujer quien dilate.
En el raspado o curetaje el ginecólogo introduce por el cuello del útero una cureta (de ahí su nombre) que viene a ser una especie de cuchilla con mango. Con ella va raspando las paredes del útero. Actualmente que la tecnología visual es tan potente, ayudado por el ecógrafo será más fácil ver lo que se está haciendo, pero hasta hace poco se hacía a ciegas, dejándose guiar por el tacto de la cureta en la cavidad uterina. Incluso hoy, muchos ginecólogos acostumbrados a hacerlo a la vieja usanza, siguen utilizando esta manera de hacerlo.
En el aspirado (técnica más reciente) lo que se introduce es un pequeño aspirador que se lleva los restos y el tejido, con menor peligro de hacer cortes o perforaciones uterinas.
El legrado es considerado como una operación de cirugía mayor para el que, en muchos hospitales, el protocolo recomienda anestesia total.
Cuándo habría que realizar un legrado:
En ocasiones la madre no se pone por sí sola de parto. A veces expulsa el embrión, pero no los tejidos endometriales.
Desde el momento en que se detiene el embarazo pueden transcurrir hasta 6 semanas antes de que se produzca el sangrado que propiciará la expulsión de los restos. En este tiempo es importante realizar seguimiento ginecológico y estar atenta a señales tales como fiebre y/o mal olor del flujo vaginal que indicarían una posible infección. En este caso sí sería necesario el legrado inmediato. El ginecólogo, en sesiones semanales, puede ir viendo mediante ecografía cómo evoluciona el proceso y tendrá en su mano la posibilidad de apoyar emocionalmente a una mujer que posiblemente tenga aún síntomas propios del embarazo, como vómitos o nauseas. Esta espera puede ser muy desgastante a nivel psicoemocional, y tal vez pueda necesitar otros tipos de apoyos puntuales.
El primer paso es una inducción con algún oxitocínico. Con esto suele ser suficiente.
Sólo en el caso de que no se realice la expulsión por el propio cuerpo, quedaría el recurso del legrado.
El ginecólogo respetuoso y conocedor de la fisiología del parto de un bebé muerto (en cualquier estadio gestacional) será quien determine si el legrado es necesario y en qué momento realizarlo.
Ventajas del legrado:
Cuando queda una larga espera hasta que se desencadene el parto, hace falta tener una presencia de ánimo fuerte, que puede no estar presente en todas las mujeres que viven una situación como la que describimos. A veces será necesario recurrir al legrado más por cuestiones emocionales que por cuestiones físicas. El ginecólogo respetuoso tendrá que tener en cuenta todo esto y ser lo suficientemente flexible como para no obligar a una mujer a realizar la espera para parir su bebé muerto en su seno, si psicoemocionalmente no está preparada para ello.
El legrado debe ser el último recurso. Antes se intentará inducir la expulsión con la ayuda de fármacos.
Desventajas del legrado:
• Peligro potencial de perforar el útero.
• Inhibición del proceso natural de baño de las hormonas del amor, antidepresivos naturales que pueden ayudar a elaborar un duelo de forma más sana.
• Las heridas que quedan en el útero tras pasar la legra, pueden producir cicatrices que dificulten futuros intentos de quedar embarazada, ya que el óvulo no encontraría una pared uterina lo suficientemente adecuada. Muchas veces tras el legrado el grosor uterino queda muy por debajo de lo que debería ser.
• Las heridas, en un extremo, puede llevar al conocido como Síndrome de Asherman, en el que el útero se cubre de cicatrices dificultando la concepción y provocando otros problemas asociados.
• Posibilidad de desarrollar sinequias: una especie de “hilos” que unen una pared uterina con la de enfrente, reduciendo el espacio uterino y dificultando la concepción.
• Los riesgos y efectos secundarios de la anestesia, ya sea epidural o total.
• En el momento en que se introduce en la cavidad uterina instrumental quirúrgico, hay riesgo de infecciones producidas por el mismo.
Peligros de “legrar corriendo”:
El protocolo que se sigue hoy en día en la mayoría de los hospitales de nuestro país es ingreso y legrado, o al menos, ingreso e inducción, en cuanto se tiene conocimiento de que el embrión-feto está muerto. También cuando se detecta una malformación.
El problema de esto es que muchas veces las mediciones que se realizan son hechas con aparatos que pueden fallar. O al menos, son realizadas por personas, que pueden equivocarse. Una equivocación al dar la noticia de una malformación fetal puede subsanarse contando con una segunda opinión. La pérdida de un bebé sano o de un bebé que no había muerto, no puede subsanarse de ninguna manera. Si se tuviera la gran desgracia de realizarse un aborto terapéutico por un bebé que al final se descubre que estaba sano, la responsabilidad será de aquellos que no dejaron que los padres la ejercieran tomando decisiones fundamentales y definitivas sobre su vida y la de los suyos.