El juego del miedo
Por Clau707
Vivo rodeada de médicos. Trato de no quejarme de mis males, porque siempre terminan diagnosticándome, aunque yo no lo haya pedido. “Deberías tomar…” “Deberías hacer…” “Si no tomas…” Bromeo en este sentido soltando de vez en cuando mi frase favorita para ellos: Veis un grano y es un tumor.
Parece ser inevitable tratar, curar al enfermo, salvarle la vida. Inevitable y urgente. Aunque no lo demande. Aunque no le apetezca seguir la indicación –qué irresponsabilidad- o prefiera otra: una segunda opinión.
Cuando hablamos de embarazo y parto las cosas son aún más difíciles para la “paciente” (¿enferma de qué?). Los procesos normales se convierten en patológicos y nos analizan más de la cuenta, nos fotografían por dentro y por fuera, nos indican cómo, dónde y cuándo, nos vitaminizan, nos observan. Nos regañan. Nos infantilizan. Nos meten miedo.
Hasta nuestro correo llegan testimonios todos los días. Muchas mujeres- siempre demasiadas- nos cuentan historias de consulta como estas (todas reales):
Sanitario: ¿Edad? 36! ¿Sabes que eres primípara añosa, no? Estás en grupo de riesgo, así que vete haciendo a la idea de que será una cesárea.
Sanitario: Eres pequeña. Con esas caderas no podrás parir un bebé como el que traes.
Ella: (Silencio. Piensa en su madre, de la misma estatura, que tuvo 4 hijos en parto vaginal. Ninguno pesó menos de 3 kilos y medio. No dice nada. Está de 3 meses)
Sanitario: A ver mamá, sube el culete. ¿Pero de qué te quejas? Si esto no es nada, hombre. ¿No eras de las que no quería epidural? ¡Pues ya verás cómo la pides!
Sanitario: ¿Cómo que no quieres hacerte la ecografía? ¿No sabes que te podemos denunciar por poner en peligro la vida de tu hijo? ¿Y te lo quitan ehh? Aquí en España las cosas son diferentes.
A veces son intimidaciones veladas, disfrazadas de buena voluntad. Otras, son amenazas en toda regla. Sin pudor y con total alevosía. Están haciendo lo mejor. Es la madre la irresponsable. Todo un efecto nocebo.
Las madres siempre queremos lo mejor para nuestros hijos. Estamos dispuestas a hacer lo que tengamos que hacer para que todo salga bien. Anulamos nuestro instinto, nos volvemos dóciles y tímidas. No importa si es una alta ejecutiva con cien hombres a su cargo, o si es la inmigrante que acaba de llegar. Bajamos la cabeza. Somos carne de cañón.
Nos hacen el parto. El juego del miedo es un juego de poder. Es parte de la naturaleza humana; de aquella naturaleza de épocas remotas. Establecer jerarquías, dominar el terreno, imponer reglas. Cazar a la presa.
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