Qué suerte tenemos
Por clau707
Imagen: Gabriella Bianco
Cuando escuchamos historias hospitalarias de terror, de partos que se complicaron, de niños que nacieron mal, de madres que han sufrido lo indecible, de hospitales que no tenían los medios, de traslados, de negligencias... estamos acostumbrados a escuchar también que es una suerte que nos haya tocado parir en condiciones diferentes: con todos los medios tecnológicos-modernos-novísimos; con muchos monitores, con médicos que prefieren curarse en salud, con espátulas-fórceps-ventosas que han permitido a madre e hijo salir (casi) sanos y salvos.
Qué lejos de la realidad está esa afirmación y, de verdad:
Qué suerte hemos tenido.
¿¿Suerte?? Cuando los protocolos ponen los intereses del sanitario que atenderá el nacimiento por encima de los intereses de la madre y del hijo, nada puede salir bien. Es una suerte que así sea.
- Es una suerte que nos induzcan el parto sin motivo y que luego no exista sufrimiento fetal ni rotura uterina. (¿A que nadie nos cuenta estos pequeños riesgos?)
- Es una suerte que nos den fecha de cesárea porque traemos un bebé inmenso que nos partirá en dos y que, luego, nos pongamos de parto sin querer y nazca un bebé de 3 kilitos y no de tiempo a nada.
- Es una suerte que nos hagan tropecientos tactos para aprender (que está muy bien si el cuerpo es ajeno) y no tengamos luego una infección peligrosa.
- Es una suerte que al ponernos la epidural antes de tiempo, el parto no se detenga y no acabemos con una cesárea gratuita. (De hecho, frecuentemente ocurre que, como la epidural es tan efectiva, elimina también las contracciones uterinas y no queda más alternativa que “ayudar” con oxitocina sintética).
- Es una suerte que el bebé que nace por cesárea no salga de su nido con una marca que le recuerde su nacimiento para siempre.
- Es una suerte que no nos dé una bajada de tensión espectacular cuando se usa sin control la fórmula +oxitocina+epidural+oxitocina+epidural.
- Es una suerte que el bebé nazca y respire bien cuando se ha usado la fórmula anteriormente escrita.
- Es una suerte que no nos toque parir en fiesta ni en viernes.
- Es una suerte que no nos toque parir en cambio de turno.
- Es una suerte habernos puesto de parto en horario de oficina.
- Es una suerte que no nos toque parir en Puertollano.
- Es una suerte que nos toque el personal sanitario que ha hecho los deberes: que no interviene sin necesidad, que respeta los tiempos de la mujer y el niño, que no tiene prisa, que pone en práctica la evidencia científica por encima de las creencias obsoletas de su jefe.
Es una suerte. Sí. Porque intervenir innecesariamente es arriesgar y no nos lo dicen.
Cuando nos negamos a una prueba, a un tacto, a una práctica rutinaria innecesaria o cuando preguntamos qué nos hacen y por qué, nos llaman histéricas. Que estamos tentando a la suerte.
Nadie nos dice que también cuando suscribimos el consentimiento informado, estamos firmando que nos hacemos responsables de nuestra suerte porque hemos sido informadas de todo, consultadas para todo (¿¿de verdad??).
Hace un tiempo leí una noticia que me impactó muchísimo. Os la comparto.
Es de alguien que tuvo menos suerte. Y que podríamos haber sido nosotras y nuestro bebé. Porque tristemente, parir con dignidad todavía es una cuestión de azar.