Contado por un padre:
<<A diferencia de la mujer, el futuro padre no se entera del embarazo hasta que la noticia no le llega por afirmación imperiosa o por “intuición” femenina. Los días posteriores a la fecundación, a nosotros no se nos enfatiza ningún sentido, ni nuestra naturaleza modifica un ápice su evolución natural, hasta el momento de la noticia. A partir de aquí, sí que empiezas a sentir algo en tu interior .... Es algo parecido a lo que debe sentir una máquina de pinball cuando la bola de acero está rebotando de manera acelerada por todos los rincones posibles.
Tras estos instantes de asimilación (inicial), la alegría ocupa su lugar para rápidamente empezar a preocuparte por todo lo que pueda interferir en el mágico proceso de gestación. ¡Hasta el primer achuchón se da con miedo a hacer daño al nuevo inquilino y su morada!. El instinto protector se multiplica. Pero de repente, te paras y piensas, qué es lo que realmente tengo que hacer para proteger o ayudar a mi pareja y a la criatura.
Buscas, y ¡la información te abruma!. La nube, nuestro libro blanco del siglo XXI, está infectado de profecías, pócimas, consejos, alertas, avisos, indicaciones, artículos, comentarios, vivencias, cuentos, imaginación…¿será posible?, ¿y lo que estoy leyendo, en qué perfil encaja de todos estos?. Empiezas a tomar una conciencia de lo que te espera, lo que ha podido pasar, o lo que ya no ha pasado. Selectivo, hay que ser selectivo, coges la información que crees relevante y la aplicas metódicamente: nada de tocar el violín de pata negra, la lechuga, con lejía, que lo he leído en un artículo muy fiable, ¡tenía hasta fotos!. El gato, con los futuros abuelos. No cargues, ya lo subo yo. ¡¡¡¿Qué haces en la bici?!!!. Como le vea con un cigarro en la mano...
En paralelo ya tienes fecha para ir al ginecólogo, esperando que este personaje te aporte toda la información que todavía careces y te consolide tus conocimientos adquiridos hasta el momento. Sales de la consulta con un vacío, incluso mayor que al entrar, pero lo importante es que todo va bien.
El tiempo es el mejor consejero, y según pasan las semanas te relajas, y empiezas a disfrutar del embarazo. Ahora ya sabes que esto no va de meses, si no de semanas.
Llegan las primeras pruebas, anemia, toxoplasmosis, azúcar, etc. Pero también las primeras imágines de nuestro amor, que al fin le pones cara, o al menos forma. Mientras, la familia empieza a sacar parecidos a una foto que podría ser una lamina del Ojo Mágico.
Te sientes bien, muy bien, maduras, creces, la relación con tu pareja aumenta de manera espectacular (aunque pensases que ya era idílica), te unes, empatizas de tal manera que hay síntomas que los sientes como si fueras tú el que está embarazado. El miedo tiene su papel en este proceso, te preocupas por cada una de las fases, también porque vas a ser responsable muy directo de tu hij@, de su crecimiento, de su educación, de sus emociones…Te preguntas por qué no se estudia esto en la carrera, o en un curso obligatorio cuando indicas a la administración que vas a ser madre/padre.
Llegó el día, en el que te informan si tienes que comprar rosa o azul. Alguna que otra decepción se hace visible en algunos rostros, tú puedes ser uno de ellos, pero rápidamente te recompones y te imaginas a tu hija/o con sus primeros pasos y achuchones, babeas. La tripa crece, percibes los primeros movimientos, aunque cuando te advierte tu pareja ya casi ni lo has visto. Todo marcha bien, en las ecos brinca, aplaude, incluso hace un gesto como si supiera que le estás mirando.
Ya estamos en la semana 38, preparamos la maleta, te mueres de la risa al ver la ropa de bebé, esto no le cabe, ¡es más grande seguro!. Sólo pensar en el hospital ya te revuelve la tripa.
Te acuestas una noche, y a la hora oyes a tu pareja que va al baño, y al volver a la cama “creía que me estaba meando pero creo que he roto aguas…”. ¡¡Subidón!!, todavía no puedes abrir los ojos pero ya estas poniéndote los pantalones, “todo bien ¿no?, ¡aguanta!”. Al final te quedaste a medias con la maleta de la madre y la criatura, de un golpe metes lo que pillas, y sales pitando al hospital. Una vez ingresada, tu papel pasa a mero observador, aparta que llega la enfermera, ahora el doctor, pasan algunas horas con paseos, dolores cada vez más intensos, con gritos. Se la llevan, una enfermera te indica “toma ponte esto y ahora pasas conmigo”. Te sientes un payaso con los cubre-botas, gorro y bata verdes. Ya estás al lado de tu pareja, aún más atacado y empujando más que ella, la cabecita, y ya está aquí la luz en que todos los ojos de la sala están clavados. Todo en cámara lenta, lágrimas, besos, sudor, gelatina, una imagen…….la de mi hijo sobre el pecho de su madre.>>