Mi historia de infertilidad y su proceso
Hace ya muchos años que pasé por varios tratamientos de fertilidad. Yo soy de las que se rindió, de las que tras varios intentos negativos decidió que no había cabida para más. Me planté, iniciamos la adopción y finalmente mis hijos llegaron “al modo usual”. El proceso es duro, mucho. A nivel físico, a nivel mental. Duro individualmente y duro vivirlo como pareja. Y el sistema no ayuda a llevarlo, desde luego.
Recuerdo tener en todo momento la sensación de ser ganado. Mujeres sometidas a tratamiento hormonal, llevadas al límite físico y emocional, en salas de espera llenas, aguardando tu turno, tu tiempo. Y esperando, esperando mucho, esperando todo el tiempo porque las listas para entrar son interminables.
Recuerdo un intento en que me cancelaron por hiperestimulación. Rompí a llorar, por el intento fallido pero también por los 15 días pinchándome hormonas para nada, por ese embarazo que no llegaría, por mí misma, por estar hasta el moño. El médico solo me dijo “ y ahora por qué lloras”. ¿De veras te hace falta preguntármelo?.
No recuerdo a nadie preguntándome cómo estaba, cómo estaba llevando el proceso. Nadie te sostenía cuando llegaba el negativo. Eras una más, un ciclo por el medio y un intento menos. Todo tan sanitario, todo tan aséptico y tan mecánico. ¿Cómo va a surgir la vida de algo tan poco íntimo y frío? ¿Cómo se va a poder gestar en mi un bebé de esta forma?. Ahora pasas tú, ecografía, rápido, vístete, pínchate esto, ven en 5 días, vuelve, trae, pon, quita... y tú presa de una montaña rusa de hormonas te dejas hacer, obedeces, vas, vuelves, quitas, pones. E intentas no pensar, no llorar en consulta para no retrasar a la siguiente, hacerte la fuerte y no tener miedo. Porque no hay tiempo ni espacio para esto, lo importante es seguir todo el procedimiento a rajatabla.
Sé que gracias a estos tratamientos muchas mujeres han logrado ser madres. Y es maravilloso. Pero debemos repensar la atención que damos a estos procesos, el acompañamiento emocional que tan importante es. No sólo importa la efectividad y las tasas de fecundidad que alcancemos. Importa el cómo llegamos a ellos, lo que nos cobramos por el camino, lo que se queda dentro de esa mujer por siempre.